Como amante apasionado del mar de toda mi vida y después de 10 años construyendo resorts de playa en Mazatlán, Eduardo Habif, nuestro gran socio Mazatleco, me comenta de la opción de adquirir un terreno en la Marina, no me ilusionó y sin mucho interés acepté ir a conocerlo. No hice más que más ver el canal privado que remata en lo que hoy es nuestra caleta y me enamore de la ubicación, estaba protegido contra las inclemencias del tiempo y las tormentas, haciéndolo muy seguro, lo que cualquier hombre de mar busca; además de ser muy hermoso con sus huisaches y tener un frente de mar de más de 200 metros, y un estero en el costado norte que lo vuelve más exclusivo y acogedor.

Todo lo anterior me invitó inmediatamente a imaginame el diseño de todo el desarrollo viendo al mar, dándonos la oportunidad de lograr la hermosa y exclusiva marina que proyectamos y amamos.

Una vez atraído por sus bondades naturales, me dediqué a buscar el concepto a desarrollar, bucee todo el canal, la caleta y el estéro para entender todas sus posibilidades, de noche lo recorría remando en nuestra canoa azul, con mi puro, mi tequila y mi caña de pescar para vivir su energía, ver el paso del sol y la luna, los amaneceres en la Sierra Madre y las maravillosas puestas de sol de Mazatlán.

Hasta ahí, cada día estaba más enamorado del lugar y sus posibilidades, pero aún faltaba el concepto arquitectónico que resaltara su belleza natural, así que una de tantas veces que lo recorrí caminando, pues todo estaba enmontado, descubrí un rincón de selva virgen que no había sido tocada por la mano del hombre, para mi sorpresa era un cerro de rocas erosionadas por el tiempo y el mar en miles de años, mantenía su vegetación natural… al escalarlo vi varias cuevas, salieron volando muchas aves y mapaches pero mi mayor sorpresa fue toparme de frente con un par de boas como de 4 metros de largo que salieron corriendo al igual que yo, uno para cada lado.

Fascinado y muy sorprendido de qué era ese montículo, todo lo demás era plano y con maleza, me puse a investigar, un viejo conocedor de la zona me comentó que había sido una isla y al adecuar la marina quedó ahí, abandonada como un santuario natural.

Si!!!! ya me había yo enamorado del lugar y sus posibilidades, quede fascinado de amor por el lugar y así nace el espíritu de Náutica Costa Bonita, con la intención de rescatar la isla, devolverle sus orígenes marinos con las Lagunas de agua dulce y salada a su alrededor, respetando su vegetación. Creamos las pozas con arroyos, generando dos cascadas que fluyen de entre la selva, cayendo en las lagunas, en el centro del restaurante, se puede apreciar la vida marina, hacia el otro lado los barcos fondeados en su cala que puede ser recorrida disfrutando su malecón y llegar a la playa de cocoteros enanos con mesas, camastros, hamacas y su jacuzzi infinity en la playa.

Muy agradecidos con Mazatlán y sus bellezas, complementamos el diseño de los edificios con un homenaje a su Arquitectura histórica, siendo inclusive el pórtico de acceso una réplica del edificio de la aduana del siglo XIX.

Ya lo que siguió fue aplicar todo lo aprendido en muchos años y viajes por el mundo visitando todas las marinas y áreas de pesca posibles y así poder ofrecer a nuestros clientes todo lo que un marino o pescador pueda soñar para él y su familia, y así lograr algo único y exclusivo.

Ha sido un gran reto y un sueño cumplido que ni sabia que tenia.

Gracias Mazatlán por tus bellezas y a todos los que acompañan mis locuras y ayudan a que lo logremos.

Arquitecto Jesús Montoya

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